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martes, 3 de abril de 2018

Regreso de Cartagena


   Ya estoy de vuelta. De nuevo he estado en Cartagena. La segunda Semana Santa que paso fuera de Ferrol. No sé por dónde empezar a contaros. Hicimos el viaje parando en Tordesillas donde pudimos visitar el convento de las Clarisas. Allí contemplamos el Duero y recordamos a la desdichada reina Juana. Loca o no, la pobre no tuvo mucha suerte en la vida. También vimos una procesión castellana, la del Cristo del Perdón. Casi como nuestro Cristo de los Navegantes.

   Para seguir a nuestro destino cruzamos, además del tunel de Guadarrama, La Mancha. Estaban los campos preciosos en esta época primaveral. Los molinos de viento nos recordaban a aquel caballero andante que recorría aquellas tierras con su escudero Sancho.


   Cartagena nos recibió con sol y una brisa fresca. Llegamos el Martes Santo y pudimos ver a San Pedro en el Arsenal. El almirante lo indulta y sale en procesión. Cada año es arrestado. Os digo que es algo muy bonito de ver y hay un ambiente bárbaro. 



   No tengo ahora fotos de las procesiones así que os voy a poner las de una excursión que hicimos a Cabo Tiñoso. Estuvimos en los Castillitos que es una defensa costera muy bien conservada, con sus cañones, no como en Ferrol, y con unas vistas que nos muestran el Cabo de Gata en lontananza. Es una preciosidad.  


   En la foto inferior podemos ver las vistas hacia el otro lado. De verdad que es algo digno de verse. 


   Allí las flores crecen pegaditas al suelo, supongo que para protegerse del viento. Es curioso como la naturaleza cambia las cosas. 



   Hicimos más excursiones, como la de la foto que veis abajo. No estuvo mal para cuatro días y medio. el parque natural de Calblanque es un paraje natural protegido que tiene unas playas realmente preciosas. No hacía tiempo para bañarse porque, como os dije, la brisa es todavía fresca pero las vistas bien merecían una visita.


   En la foto siguiente podéis ver el Mar Menor con sus islas. Tomamos un aperitivo allí mismo, en la playa y al sol. Saliendo de Ferroliño y de un invierno terrorífico, parece que más que el mar es el cielo. 


   Y aquí, desde Cabo de Palos, podemos ver al fondo la provincia de Alicante. En estas provincias, que he visto en la lejanía nunca he estado, Almería y Alicante. Son de los pocas que me van quedando por conocer de la Península. 



   No os he puesto fotos de las procesiones porque mi móvil las hace bastante malas por la noche. Contaros que fuimos a ver el Encuentro a las ¡Cinco y media de la madrugada! a la plaza del Lago. Es impresionante: los tronos, los arreglos florales, la música, la cantidad de gente que hay a esa hora en la calle... Me asombraba estar yo misma allí a tales horas.



   De vuelta, como el viaje es largo, paramos en Ávila. Es espectacular. Yo ya había estado pero mi marido no la conocía. Allí, junto a la Sierra de Gredos, y bañada por el río Adaja, está esta increíble ciudad. Aparte de los verracos vetones y la muralla medieval, hay infinidad de igleias y palacios. Yo decía a mi marido: Esto es como ir a Roma. No se puede visitar todo.

   Pero bueno, tuvimos la suerte de ver la Encarnación donde ingresó Santa Teresa por primera vez en el Carmelo, antes de reformarlo. No se puede dejar de ir. Nos acercamos a las Madres, que es el primer convento ya reformado, bajo la advocación de San José. Vimos también San Vicente, una iglesia que te deja asombrado. Desde el crucero románico, el cenotafio de los mártires, la capilla subterránea de la Virgen, el pórtico exterior... Te quedas pasmado ante tanta belleza y tanta historia.

   Como había poco tiempo, decidimos acercarnos a Santo Tomás a ver el sepulcro del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos. El pobre murió a los 19 años. Casado con Margarita de Austria, no dejó descendencia. Como todos sabemos, su muerte cambió el curso de la historia y su hermana Juana pasó a ser heredera.

   Como veis, Ávila es historia la mires por donde la mires, desde Roma, la repoblación tras la recuperación de Toledo, su muralla, sus palacios, iglesias y conventos... Si no habéis estado, os aconsejo ir. Eso sí, es un sitio fresco, la capital más alta de España, id abrigados.

   De camino paramos en Arévalo a comer. Allí vivió de niña la reina Isabel. Es la segunda ciudad de la provincia de Ávila y tiene también mucho patrimonio. Os digo que no es posible ver todo en tan poco tiempo. Tomamos unas chuletitas de cordero y un cochinillo que quitaban el sentido. Yo hacía mil años que no comía en Castilla y es una experiencia que no se puede perder. 

   Ya en Galicia, llovía tanto que me dio un poco de tristeza pensar que habíamos dejado atrás el Mediterráneo, nuestro mar, el Mare Nostrum de los romanos con su sol, sus flores y sus paseos al borde del mar. 

   Queda por contar qué cosas comimos en Cartagena -ya que este es un blog gastronómico- y no debo dejar de hacerlo. Allí se come distinto y muy rico. Tomamos mojama y  huevas, unas aceitunas y un aceite cartagenero muy ricos, alcachofas a la brasa con jamón y queso -divinas-, milhojas de berenjena y pisto,... Un caldero en Katy que estaba realmente bueno,... Seguro que olvido algo pero ya os lo iré contando.

   Estoy contenta de haber vuelto porque la casa de uno es el lugar al que hay que volver. Es así. De Cartagena soy admiradora porque es una ciudad comoda, acogedora y soleada. Donde, por ser departamento naval como Ferrol, siempre encuentras a gente conocida y querida. Estoy muy agradecida de estas tres maravillosas visitas que he tenido la oportunidad de hacer. Hasta aquí mi crónica viajera. Buenos días a todos.

   


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